domingo, 31 de julio de 2011


Como quien bate un huevo hasta casi convertirlo en flan, como quien no sabe hasta qué punto debe hacerse un filete ruso y lo quema por fuera dejándolo crudo por dentro, como quien no sabe cuánto tiempo puede durar una nata abierta en la nevera, o un zumo.
Como cuando no sé cuantas vueltas darle al puré de patatas, como cuando no sé hasta qué punto debo cuajar la tortilla para que le guste a todo el mundo.
Como intentar hacer formas variadas y creativas con las salsas en cada plato, como cuando coloco los boquerones estratégicamente y me encanta.
Como cuando hice mi primer filete de ternera con salsa de roquefort con mis ocho años, en realidad, sólo hice la salsa y metí el filete que me había hecho mi madre. Aún recuerdo cómo me sentí, aún recuerdo que me supo increíble.
También recuerdo la sensación que provocó en mi aquel foié caramelizado en un restaurante de Gerona, o aquellos canelones de bacalao...
Aquel primer bocata de tortilla hecha por mi madre, con pan candeal, en medio de la pradera con unos 4 años, esa fue mi primera fusión... mi primer increíble e inigualable acercamiento al mundo gastronómico.
Aquel stick tartar que vomité... demasiado aliño para mis jóvenes papilas gustativas.
Desde pequeña supe que no era normal, que mi interés por lo más raro de la carta tenía que ser por algo...
Sencillamente, me encanta.
Aprender, aprender, aprender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario