viernes, 6 de mayo de 2011

Expectante

Que rabia esto de estar cerca de tantas cosas... estoy justo al borde de caerme o de poder coger ese impulso para pisar el borde del suelo y suspirar.
Estoy justo en ese momento en el que tan sólo una cosa puede cambiar el ritmo de todo, de absolutamente todo.
Tengo varias cosas, varios destinos, varias ideas, varias ilusiones y muchas ganas.
Tengo casi en mis manos la libertad, el poder de escapar cuando no me queden fuerzas o simplemente cuando me de la gana.
También tengo en mis manos decidir qué será de mí mañana, pasado, qué será de mi dentro de unos meses, de un año... se que tengo que seguir los pasos que me marcan, que si no lo tengo muy negro todo, pero me cuesta tantísimo...
Pienso en algunas ideas más y me vienen a la cabeza pensamientos de amor, tampoco sé si funcionará y todo será perfecto o si seguiré eternamente en este tira y afloja tan raro en el que me encuentro ahora, no sé si en algún momento todo se colocará en su sitio y sentiré que por fin está todo bien...
No sé si mis pequeños problemas se resolverán o irán empeorando, por ahora llevan mucho tiempo estancados, nada más.
Que pasen los días, no importan las horas, al final, según dicen, todo se coloca en su sitio...no?
Pues que el tiempo corra, y me haga aprender, como lo ha hecho hasta ahora.
Veré la vida pasar, como un anciano sentado en un banco, como un perro asomado a la ventana esperando a su dueño, como cuando me siento en la arena de la playa y noto que las olas me hipnotizan.
Quizá todas mis respuestas aparezcan mañana, quizá no.

1 comentario:

  1. Me he acordado de este verso de Felipe Benitez Reyes al leer tus palabras:

    Si alguna vez sufres -y lo harás-
    por alguien que te amó y que te abandona,
    no le guardes rencor ni le perdones:
    deforma su memoria el rencoroso
    y en amor el perdón es sólo una palabra
    que no se aviene nunca a un sentimiento.
    Soporta tu dolor en soledad,
    porque el merecimiento aun de la adversidad mayor
    está justificado si fuiste
    desleal a tu conciencia, no apostando
    sólo por el amor que te entregaba
    su esplendor inocente, sus intocados mundos.

    Así que cuando sufras -y lo harás-
    por alguien que te amó, procura siempre
    acusarte a ti mismo de su olvido
    porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
    Y aprende que la vida tiene un precio
    que no puedes pagar continuamente.
    Y aprende dignidad en tu derrota,
    agradeciendo a quien te quiso
    el regalo fugaz de su hermosura.

    ResponderEliminar