Domingo, domingo, domingo...

Qué aburrida estoy, no tengo absolutamente nada que hacer, o por lo menos, nada que me apetezca hacer.
Cada semana me gustan menos los domingos, y es que nunca ocurre nada, el día se hace larguísimo, frío, y como acabo de decir, aburrido.
Un día así, sólo puede salvarlo un cine, una increíble tarde de cine, ver una peli tras otra, comer palomitas, hasta las bolitas de maíz que no se han terminado de hacer. Reír, llorar, pasar miedo, poder vivir todas las sensaciones que unas pelis te pueden producir.
Quiero ver pelis malas, pelis americanas, pelis de esas que hacen muy poca gracia pero que te dejan un puntito de humor dentro, quiero ver pelis de miedo, pero sin sustos, no me gustan los sustos, quiero ver pelis de amor, esas pelis con las que se te pican los dientes de tantísimo azúcar, quiero ver pelis de intriga, aunque sean predecibles, quiero ver pelis hasta que llegue la hora de dormir.
Me encantaría, pero no, es un domingo más, un domingo de tantos, un aburridísimo domingo en el que me echaré la siesta y después me pondré a estudiar historia, planazo.